En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Comenzamos este comentario con la Señal de la Cruz, pidiendo al Señor Su protección, porque lo que vamos a hablar es importante. Y es que se cumplen 5 años de un acto público que supuso un pecado gravísimo, una profanación que no ha sido reparada todavía, y de la que seguimos viendo sus consecuencias y frutos malignos 5 años después, ante la ignorancia e indiferencia de la mayoría.

Es muy común encontrarse con católicos que manifiestan no saber qué ocurrió aquel 4 de octubre de 2019.

Aquel día vimos en los jardines del Vaticano un rito de adoración a la pachamama, ídolo que representa a la madre tierra y la fertilidad. Vimos plantar un árbol en esos jardines como parte de la ceremonia. Vimos hombres y mujeres, algunos con hábito religioso, postrados rostro en tierra ante una imagen de madera de este ídolo. Vimos llevar esa imagen idolátrica en procesión hasta dentro de la Basílica de San Pedro, y ser puesta a los pies del altar. Y vimos a aquel que debería representar a Cristo, Camino, Verdad y Vida y único Dios que nos salva, presidiendo y participando activamente en esa ceremonia.

Este acto fue y sigue siendo de una gravedad extraordinaria por varios motivos:

En primer lugar, porque la idolatría, que va unida a la apostasía, es el pecado que más aborrece Dios. La idolatría es un atentado contra el Primer Mandamiento expresado en Deuteronomio 6, 4-6 y confirmado por Jesús en Marcos 12, 29-30:

“Oye, Israel: Yahvé, nuestro Dios, Yahvé es uno solo. Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.”

Pensemos en el personaje del Rey David. Dios siempre le consideró su siervo fiel, porque a pesar de sus graves pecados, hay un pecado que nunca cometió: el de la idolatría. Así, vemos en la Escritura que los reyes de Judá son ponderados en la medida en que obraron como David e hicieron lo que era grato a los ojos de Dios.

Por otro lado, si leemos en la Biblia la secuencia del Pueblo de Israel tras la muerte de Josué, vemos un mismo esquema que se repite una y otra vez. Es el esquema de los dos caminos de la apostasía, que tratamos en los programas 9 y 10 de nuestro podcast.

Cuando los israelitas abandonaban a Dios y adoraban a otros dioses, Dios les amonestaba para que volvieran a Él, y si persistían en el error, Se apartaba de ellos y los entregaba en manos de sus enemigos. Entonces, el pueblo sumergido en la miseria se daba cuenta de su error, se arrepentía de corazón, lloraba sus pecados, hacía penitencia y reparación, y clamaba a Dios. Y Dios, que es un Dios de Misericordia, se apiadaba de Su Pueblo una y otra vez, volviéndose favorable a ellos y socorriéndoles en su aflicción.

Como vemos, la idolatría es un pecado verdaderamente abominable ante Dios, una auto-destrucción que, además, es puerta por la que se llega a otros pecados graves.

En segundo lugar, este acto fue especialmente abominable, porque fue un ataque directo, premeditado y con plena conciencia. En nuestra época tenemos la Sagrada Escritura con la Doctrina de Jesús, las enseñanzas de la Iglesia, los Sacramentos, la Gracia… Y poseer todo ello debería llevarnos a no repetir los pecados de nuestros antepasados. Sin embargo, en este acto se cometió el pecado que aborrece Dios, la idolatría, y se cometió exactamente de la misma manera que lo hicieron los israelitas.

Leemos en Jueces 2, 11-13:

“Los hijos de Israel hicieron lo que era malo a los ojos de Yahvé. […] Y abandonando a Yahvé […] anduvieron en pos de otros dioses […] y se postraron ante ellos, provocando la ira de Yahvé. […] Sirvieron a Baal y a las Astartés.”

Y también leemos en el capítulo 21 del 2º libro de Reyes:

“Manasés hizo lo que era malo a los ojos de Yahvé […] Erigió altares a Baal, e hizo una aschera […] y se postró. […] Colocó la imagen de Aschera que había hecho, en la Casa”

La diosa Astarté era la diosa de la tierra y la fertilidad, y una de sus formas de veneración y adoración era plantar en su honor unos árboles llamados ascheras.

Por lo tanto, en esa ceremonia nefasta en el Vaticano se dieron todos los signos que sabemos que son abominables ante Dios, reproduciendo con exactitud el pecado de los israelitas: se plantó un árbol (aschera) que, por cierto, 5 años después sigue allí plantado, se postraron ante la pachamama (diosa de la tierra y la fertilidad, como astarté), y se llevó su imagen en procesión dentro del templo, dentro de la Casa de Dios.

A la luz de lo que analizamos en el programa 12 de nuestro podcast, podemos afirmar ciertamente que aquel día se introdujo la abominación de la desolación en el lugar santo. Es el culto a los ídolos que consuma la idolatría y rompe la Alianza, es la desaparición de la Presencia de Dios en el lugar santo y la interrupción del sacrificio. Es un mal espiritual que sigue afectando a toda la Iglesia y a toda la humanidad, al ser cometido desde la misma sede de la Iglesia, en el Vaticano.

Si el Sínodo comenzó con un acto idolátrico, también fue clausurado con otro. Durante la celebración de la misa de clausura, vimos a una indígena llevar una planta (ofrecimiento al ídolo amazónico) y entregarla en las manos de aquel que presidía la celebración. Cuando la recibió, él mismo dio la orden de que esa planta fuera colocada encima del altar, acción que confirma la persistencia voluntaria en el error, contradiciendo la Palabra de Dios, las Verdades de la Fe y la Sana Doctrina – y hasta el ordenamiento general del Misal Romano.

Pero esto no termina aquí. Hay un agravante que hace todavía más dolorosa esta situación, y es que este acto no fue algo puntual, y no quedó allí. Durante y después de la celebración del Sínodo de la Amazonia, que era el contexto que enmarcaba este acto, se difundieron imágenes de la pachamama y se realizaron ceremonias en varias iglesias de la diócesis de Roma.

No tardaron en llegar noticias de sucesos similares por todo el mundo, hasta el punto de utilizar un sacerdote una custodia con la imagen de la pachamama para una adoración eucarística. Además, sabemos por fuentes de primera mano que, ya pasado el Sínodo, se llevaron imágenes idólatras y se realizaron actos similares incluso en los seminarios de otros países, incluyendo aquí, en España. Y por si esto fuera poco, un año después de los hechos, la oficina filatélica del Vaticano presentó una nueva moneda conmemorativa con una imagen de una mujer embarazada del planeta Tierra: otra vez la pachamama. Y el Vaticano, acuñando la idolatría.

Pero durante el Sínodo también nos llegó la noticia de que alguien había sacado imágenes de la pachamama de una de aquellas iglesias de Roma y las había arrojado al río en acto de reparación. Sin embargo, el obispo de esa diócesis, el mismo que presidió los actos idolátricos en el Vaticano, condenó esa acción y manifestó su alegría al saber que las imágenes de la pachamama habían sido recuperadas sin daños.

Se cumplen 5 años de un acto que verdaderamente ocurrió, aunque nunca debería haber tenido lugar. Sin embargo, hay algo que debería ocurrir pero no se ha dado todavía: un acto de reparación por esta grave profanación.

Lo que se debería haber hecho, y lo que todavía estamos a tiempo de hacer, es obrar como el rey Josías en el capítulo 23 del segundo libro de Reyes:

“Mandó el rey […] que sacaran del Templo de Yahvé todos los utensilios que habían sido hechos para Baal, para Aschera […] y los quemó fuera de Jerusalén. […] Sacó de la Casa de Yahvé la aschera […] y la quemó. […] 

Y habiendo eliminado todos los altares a los dioses y habiendo purificado por completo el Templo, dio esta orden:

“Celebrad la Pascua en honor a Yahvé, vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en este Libro de la Alianza.”

Pero para esto todavía tenemos que esperar. Han pasado 5 años, y sería un buen momento para reparar. En cambio, lo que se va a hacer 5 años después en la misma fecha, el 4 de octubre de este 2024, es comenzar o retomar otro Sínodo, el Sínodo de la Sinodalidad, cuyo documento preparatorio y desarrollo no hacen sino confirmar la deriva de una iglesia que no tiene sus fundamentos en Cristo.

Pero sobre esto hablaremos, si Dios quiere, en otra ocasión.

Que Dios nos ayude.