Hay quien afirma que María no es Corredentora, que solamente es madre y discípula.
Pero el Sábado Santo es la prueba reveladora de que María corona la Redención como cúpula.
Con el último suspiro del Señor todo está cumplido hasta que vuelva.
Pero, ¿acaso el Señor encontrará Fe en esta Tierra?
La muerte cruenta lleva a la gente al desaliento y al olvido,
y en el largo sábado resuena en María el eco de la agonía en los olivos.
La tentación de las tentaciones es tornar su siempre sí en no
para que ya no crea en la Redención la que es Madre de los redimidos.

Y cuando las espadas se clavan y el demonio más aprieta,
cuando los apóstoles han huido y los amigos desalientan,
cuando el velo del templo se rasga y las tumbas quedan abiertas…
Ella es la que dice: creed. Es la que dice: Él os perdona.
Dice que tengamos Fe, que el Señor nunca abandona.

María culmina la Redención con su fe inquebrantable.
Sufre la triple tortura en espíritu, corazón y carne:
Arrancada de su Hijo, de su Esposo, de su Padre,
sacrifica a su Hijo y acepta ser de sus verdugos Madre.

Qué absurdo pensar que se menosprecia a Dios honrando a María.
Gran engaño del Engañador que perdura hasta nuestros días.
Porque Ella es criatura y no pretende ser más que esclava,
pero es Dios mismo Quien la eleva y la constituye Su Templo y Su Morada.
Dios le da el poder, pero no obra milagros; es Trono de la Sabiduría, pero apenas habla.
Y qué poco se dice de Ella en el Evangelio…
Y es porque somos indignos e incapaces de adentrarnos en el Misterio.

María es Corredentora, los santos lo afirman con sí rotundo.
Y es algo que no dudo un segundo en proclamar.
Porque por medio de María vino Cristo al mundo,
y también por medio de María es como quiere reinar.