12. La Oración

En el programa de hoy vamos a hablar de una de las armas fundamentales para hacer frente a estos últimos tiempos: la oración.
Iluminando lo escondido
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Iluminando lo escondido

Muy buenas a todos y bienvenidos una vez más a Iluminando lo Escondido. En el programa de hoy vamos a hablar de una de las armas fundamentales para hacer frente a estos últimos tiempos: la oración.

Dice San Juan Damasceno que la oración es la elevación de la mente a Dios para adorarle, agradecerle, exponerle nuestras necesidades y pedirle las cosas convenientes para la eterna salvación. Por tanto, la oración no se limita al rezo de las oraciones que enseña la Santa Iglesia, si no que incluye toda palabra dirigida a Dios con el corazón puesto en esta intención.

Nos hace tributar a Dios la reverencia y el honor que le son debidos, pues por ella reconocemos, por una parte, sus divinas perfecciones y su infinita excelencia, especialmente su cualidad de sumo Bien y de fuente y autor de todos los bienes; y por otra parte nuestra dependencia y sumisión respecto de Él, ya que, al orar, nos reconocemos indigentes y necesitados. En pocas palabras consiste en creer y esperar en Dios, en amarle, alabarle y reconocerle como Creador y Señor de todas las cosas.

Debemos conocer también por qué es necesaria la oración.

En primer lugar, como hemos sido creados por Dios, hemos de reconocer Su supremo dominio y tributarLe el culto que Le es debido. Porque si de verdad creemos que Dios es nuestro Padre, no tendremos reparo en agradecer todo aquello que nos da, empezando por el don de la vida, que hemos recibido gratuitamente por Su Amor, y por todas aquellas cosas que Su Infinito Amor nos provee.

Recordemos las palabras de Jesucristo en Mateo 7, 7-12:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, golpead y se os abrirá; porque todo el que pide obtiene, y el que busca encuentra, y al que golpea se le abre. ¿O acaso hay entre vosotros algún hombre que al hijo que le pide pan, le de una piedra; o si le pide un pescado, le de una serpiente? Si pues vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a los que le pidan! Así que todo cuanto queréis que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros a ellos, ésta es la Ley y los Profetas»

Y esta es otra razón por la que debemos hacer oración, porque el hombre está lleno de necesidades de alma y cuerpo; y como Dios no debe nada a nadie, nuestro único recurso para remediarlas es pedirLe con oraciones cuanto necesitamos.

Dice Santo Tomás de Aquino que «sólo por la oración alcanzaremos de Dios las gracias que haya determinado darnos». También dice San Agustín que «Dios nuestro Señor desea y quiere darnos sus gracias, pero sólo las concede a quienes se las piden». Por tanto, debemos pedirle a Dios que nos dé las gracias que necesitamos para poder cumplir Su Voluntad en cada momento.

Otra razón por la que es necesaria la oración es porque es el arma más poderosa para resistir a las tentaciones, evitar el pecado y conservar la gracia divina. Es a esto a lo que se refiere Jesús cuando encuentra a sus apóstoles durmiendo en la agonía del Getsemaní, lo encontramos en Mateo 26, 41:

“Velad y orad, para que no entréis en tentación”.

Porque en estos últimos tiempos, el mal está tan extendido por el mundo que en todo momento estamos siendo sometidos a las tentaciones. Por ello, nuestra oración debe ser constante, pidiendo ayuda a Dios por medio de María Santísima para que nos proteja de todo el mal que nos rodea, y poder mantenernos en estado de gracia.

Y en relación a esto, citamos nuevamente a Santo Tomás de Aquino y San Agustín. El primero dice que «para salvarse es necesario combatir al demonio y vencer las tentaciones; y como esto es imposible sin el socorro divino, que Dios sólo concede a los que ruegan, síguese que sin la oración no hay salvación posible, y que los que no rezan se condenan». Y San Agustín nos dice que «así como el cuerpo no puede sostenerse sin alimento, tampoco puede el alma, sin la oración, conservar la vida de la gracia»

Por otra parte, además de conocer por qué debemos hacer oración, también es importante saber qué cosas son necesarias para hacer una buena oración. Y una de las condiciones indispensables es la humildad. Leemos lo siguiente en el Evangelio de Mateo, capítulo 6, versículos 5 y 6:

«Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo, ya tienen su paga. Tú, al contrario, cuando quieras orar entra en tu aposento, corre el cerrojo de la puerta, y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará»

Al mismo tiempo, la oración debe ser atenta. Continuando con la cita que acabamos de leer, de poco nos sirve retirarnos a la soledad de nuestro aposento si permanece abierta la puerta a las importunidades, a aquellas cosas que asaltan nuestro interior y no nos permiten estar atentos a lo que Dios nos dice a través de la oración. Por ello, debemos pedirLe ayuda antes de entrar en oración para que nos dé la gracia de estar concentrados.

Otro aspecto imprescindible de la oración es la calidad. No debemos caer en la palabrería, sino que toda palabra que salga de nuestra boca hacia Dios o a Nuestra Madre María Santísima debe ser salida de nuestro corazón, ya sea rezando el Santo Rosario, como haciendo un Padrenuestro. También debemos utilizar pequeñas oraciones como las jaculatorias durante nuestro día a día, mostrándole a Dios que Le amamos y que no Le abandonamos.

También esto nos lo enseñó Jesús durante su vida, lo encontramos en Mateo 6, 7-8:

“Y cuando oráis, no abundéis en palabras, como los paganos, que se figuran que por mucho hablar serán oídos. Por lo tanto, no los imitéis, porque vuestro Padre sabe qué cosas necesitáis, antes de que vosotros le pidáis”

Y por último, que la oración sea continua y perseverante. Muchos son los que se cansan de orar. En los primeros días de su conversión oran con mucho fervor; luego caen en la tibieza, después se enfrían y, finalmente, la abandonan.

El enemigo está velando todo el rato, por tanto, no podemos relajarnos. Más bien, debemos perserverar, pues, en la oración; confiando en las promesas divinas y sin cansarnos de pedir; reconociendo que esto es una gracia del Señor. Y si vemos que Dios no nos ha quitado la gracia de la oración, debemos tener también por cierto que no se ha apartado de nosotros la Misericordia divina.

En definitiva, tengamos presente que la oración es imprescindible si verdaderamente queremos permanecer fieles a Dios en estos últimos tiempos, ya que si no somos uno con Él, no tendremos la gracia necesaria para sobrellevar los acontecimientos que están por venir.

Por todo ello, le pedimos a la Santísima Trinidad por medio de María Santísima nuestra Madre, mediadora de todas las gracias y ejemplo perfecto de oración al Padre, que nos enseñe a orar y nos dé la gracia de perseverar en la oración todos los días de nuestra vida. Así sea. Amén.