15. Los 7 Dolores de María
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Iluminando lo escondido
Muy buenas a todos y bienvenidos una vez más a Iluminando lo Escondido. En este programa hablaremos de una devoción mariana muy importante y que quizá no sea tan conocida. Hablaremos de la devoción de los 7 Dolores de María, cuya advocación se conoce como Nuestra Señora de los Dolores y cuya fiesta se celebra el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz.
Si bien es cierto que fueron incontables los sufrimientos de Nuestra Madre en la tierra, ya que como dijo San Bernardo: «Oh Corazón virginal, pintado con siete espadas, ¡con setecientas deberían pintarte! No pueden compararse las estrellas del cielo, ni las gotas del mar, con los dolores de la Virgen María», estos 7 Dolores, que simbolizan totalidad y plenitud, encierran 7 momentos de la vida de María en los que experimentó un enorme dolor por Su Divino Hijo, a quien acompañó en su misión de Redentor. Estos Dolores son los siguientes:
- La espada que traspasó Su Alma conforme a la profecía del Anciano Simeón en el templo (Lucas 2, 25-35). En la que el anciano Simeón le revela a María que Jesús “es puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel y para ser señal de contradicción”
- La huida de la Sagrada Familia a Egipto (Mateo 2, 13-15). En que, por decreto del ángel de Dios, huyen de Belén ante el decreto de Herodes de matar a todos los niños betlemitas menores de 2 años
- La pérdida de Su Divino Hijo por 3 días (Lucas 2, 41-52) La angustia de María y José al perder a Jesús, que se encuentra en el Templo discutiendo con los doctores, y tras ese dolor, la humildad que tienen ante la respuesta de Jesús: “¿Cómo es que me buscabais? ¿No sabíais que conviene que Yo esté en lo de mi Padre?” la cual aceptaron sin rebelarse.
- Su encuentro con Nuestro Señor, todo flagelado, cargando Su pesadísima Cruz en la calle de la Amargura (4ª estación del Via Crucis) que es el primer encuentro de la Madre y el Hijo en la Pasión.
- La bárbara crucifixión y muerte de Su Divino Hijo (Juan 19, 17-30) El inmenso dolor de María ante la horrenda muerte de Jesús
- El dolor de recibir en sus brazos a Su Hijo, enteramente llagado y traspasado por la lanza (Marcos 15, 42-46)
- Cuando Nuestra Señora acompaña a Su Divino hijo a la sepultura (Juan 19, 40-42)
La devoción de meditar en los Dolores de Nuestra Señora, aunque siempre formó parte de la piedad católica, empezó a florecer en mayor escala en el siglo XIII. En Florencia, siete santos varones de familias nobles dejaron la ciudad, buscando la soledad en el Monte Senario, y juntos formaron una comunidad para dedicar sus vidas a la oración y a la penitencia. Estos siete santos varones tenían todos una ardiente devoción a Nuestra Señora.
El Viernes Santo de 1239, mientras meditaban en la Pasión de Nuestro Señor y en los sufrimientos de Nuestra Señora, Ella se les apareció y les reveló su deseo de que formasen una Orden dedicada a la práctica y a la difusión de la devoción de sus Dolores. A pedido de Nuestra Señora, los siete fundadores, todos ellos santos canonizados, fundaron entonces la Orden religiosa de los Siervos de María, o Servitas, fijándose como objetivo la meditación de los dolores sufridos por Nuestra Señora en la Vida, Pasión y Muerte de Su Divino Hijo, y dedicándose a promover esta misma devoción entre todos los católicos, para lo cual introdujeron la Corona (o pequeño Rosario) de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María. Este rosario de los 7 Dolores consiste en rezar un Padrenuestro y 7 Ave Marías por cada Dolor de la Santísima Virgen, meditando previamente cada uno de ellos, compartiendo de esta forma, los mayores sufrimientos de la vida de la Virgen en la tierra.
Años más tarde, en el siglo XIV, Nuestra Madre le comunicó a Santa Brígida de Suecia:
«Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite Mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en Mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira Mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera Mis angustias y Mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios.»
Es este un llamado importante de Nuestra Madre para que profundicemos en Sus Sufrimientos y nos demos cuenta cuánto ha tenido que sufrir y sigue sufriendo para que nosotros podamos, siguiendo Su ejemplo, ir al cielo. Pues Ella, la Madre de toda la Humanidad, está esperando con un Amor y Paciencia infinitos a que acudamos a Ella, que es la Medianera de todas las Gracias, para que nos pueda dar los dones y gracias necesarias para poder salvar nuestra alma intercediendo al Padre por nosotros.
Asimismo, prometió que concedería las siguientes gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente rezando este Rosario:
1.»Yo concederé la paz a sus familias.»
- «Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios.»
- «Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»
- «Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de Mi Divino Hijo o a la salvación de sus almas.»
- «Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas.»
- «Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de Su Madre.”
- «He conseguido de Mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a Mis lágrimas y dolores, sean llevados directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y Mi Hijo será su consuelo y gozo eterno.»
Y debemos conocer también cuánto agrada a Nuestro Señor el que meditemos y tengamos en consideración los Dolores de Su Madre Santísima, con los que Lo acompañó durante su vida y especialmente en la Pasión. Si ya nos es de provecho meditar la Pasión de Cristo, ¡cuánto más lo será si unido a su Pasión unimos la de Su Madre! Y esto lo sabemos también por San Alfonso María de Ligorio, que cuenta que Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería 4 gracias especiales a los devotos de los Dolores de Su Santísima Madre:
- Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.
- Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.
- Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el Cielo.
- Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.
Nuestra Madre ha seguido insistiendo en esta devoción de sus Dolores desde entonces, y prácticamente en todas las apariciones, la Virgen no cesa de hacernos ver Su Dolor al ver que el mundo se aleja de Dios y no cambia y como nos encaminamos hacia la perdición. Concretamente en las apariciones de Kibeho, Nuestra Madre Santísima le encargó la difusión de esta devoción a la joven Marie Claire Mukangango, a la cual enseñó este Rosario de los Siete Dolores, que es tan especial para Su Corazón Inmaculado para que lo presentase de nuevo al mundo, «porque en muchos lugares ya no se conoce ni se reza». También destacó que este Rosario de Los Dolores no suplanta al Santo Rosario.
En la Iglesia Católica, tenemos también otra devoción en la cual se veneran y se meditan los Siete Dolores de la Virgen: la Coronilla de las Lágrimas de María. Esta coronilla fue dada por Nuestro Señor y Nuestra Madre a la Hermana Amalia Aguirre o Sor Amalia de Jesús Crucificado en el año 1930 en la ciudad de Campinas en Brasil, junto con la Medalla de Sus Lágrimas. Más tarde, se completaría como: Coronilla de las Lágrimas de Sangre” tras las apariciones de la Virgen en Montichiari a la vidente Pierina Gilli, donde quedó completada la conocida Trecena de la Rosa Mística. De la misma forma que veneramos la Preciosísima Sangre de Jesús, veneramos también las Lágrimas de Sangre derramadas por María, ambas unidas para obtener la redención del género humano.
Y como hemos visto en el Rosario de los 7 Dolores, en esta Coronilla también se meditan los Dolores de María, y ésta puede ser rezada con el mismo rosario, ya que por cada Dolor se rezan 7 oraciones, en las que pedimos a Jesús que escuche nuestros ruegos por medio de las Lágrimas de Sangre de Nuestra Madre.
Por último, me gustaría compartir este mensaje que le dio la Virgen a Sor Amalia, y que nos servirá de consuelo en nuestras tribulaciones, especialmente en estos últimos tiempos:
“Hija Mía, estoy aquí a tu lado. ¿Por qué estás afligida? ¿No sabes que Yo siempre estoy a tu lado? Yo Soy la Madre de los afligidos y sé que los pobres hijos tienen necesidad de los Consejos de la Madre del Cielo. ¡Ven aquí, hija, a Mis Brazos! ÓyeMe con atención y de aquí saldrás con Fuerza para soportar las amarguras de la vida. Vamos juntitas a los Pies del Amado Jesús, en el Sagrario, donde por tu amor está ÉL encerrado. Yo Le voy a decir que, por amor, tu sufres para salvar almas, ¡Jesús quedará contento! Querido JESÚS, aquí estamos a Tus Pies, Tu Madre y esta alma saturada de dolor, para decir que Te amamos. Como sé que gustas tanto recibir por Mis Manos, recibe, Hijo, sus dolores, sus sufrimientos y sus angustias, todas ellas son por amor. Feliz el alma que, en medio de sus sufrimientos, a Mí recurre, para que Yo la conduzca. Yo Soy el Camino que lleva a Jesús. La cruz Yo no la saco, porque entonces iría contra los Planes de Jesús, pero cada día le doy fuerza para cargarla con amor. Lo que hago contigo, hago con todas las almas que confían en Mí. Sufrir, hija, para una criatura mortal, es una gran honra que Jesús ofrece a las almas más queridas. Pocas son las almas que comprenden los sufrimientos, ¡muchos piensan que en esa hora son olvidados por Dios! Aquellas que así piensan, invito a meditar en Mi Vida. ¡Yo, la Madre del Hijo Unigénito, fui, después de ÉL, ¡la criatura que más sufrió en la Tierra! Aprended de Mí que, incluso sufriendo, siempre Alabé a Dios. Alabad, oh almas, cuando sois obsequiadas por el dolor y agradeced por la gran dádiva Divina. ¡Ánimo, alma querida! Acuérdate que Yo estoy siempre pronta para ayudarte. Acuérdate de estos momentos que pasamos juntas al lado de Jesús Sacramentado. Tu Madre, MARÍA, que jamás te olvida.”
Le pedimos a Jesús por medio de María la gracia de consolar Sus Sagrados Corazones ante los dolores provocados por nuestros pecados y los del mundo entero. Pedimos también la gracia de llevar con alegría y amor los dolores de cada día, para que unidos a los Suyos, sirvan para la salvación de las almas y nos ayuden a alcanzar la gloria eterna. Así sea. Amén
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