La espada de Dios
Secciones del programa
La máquina del tiempo
Bienvenido a la máquina del tiempo. En este programa vamos a hablar sobre la carta de San Pablo a los efesios, en concreto del capítulo 6, versículo 17, que dice así:
“Recibid asimismo el yelmo de la salud, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”.
Vamos a centrarnos en la segunda parte de la cita, es decir, la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. La espada es un arma, destinada a destruir al oponente del que la empuña. Dice Jesucristo en Mateo 10, 34: “no creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra. No he venido a traer paz, sino espada”. Esta frase, sin la correcta explicación, puede llevarnos a pensar que Jesús era un violento. Pero, ¿Jesús no era un pacífico que sólo hablaba de amor y misericordia? Pues no exactamente. Como vimos en esta sección del programa anterior, Dios dice a los israelitas, que no procuren paz y tranquilidad a los pueblos que les rodeaban, es decir, al mundo, sino que los exterminasen de en medio de ellos. A esto se refiere Jesús diciendo que no ha venido a traer paz.
Si bien es cierto, que Jesús defiende la caridad, la piedad, la compasión, la misericordia como doctrina, no es menos cierto que también anuncia guerra, sacrificio, pérdida de miembros, división en las familias… Y es que Dios es un Dios guerrero, como se observa en el Antiguo Testamento, pues se le llama Dios de los ejércitos, aunque como dice San Pablo, su espada y su guerra son espirituales, es decir, que Jesús viene para combatir al mundo, al demonio y a la carne con la espada, que es su Palabra, como vemos en las tentaciones en el desierto en Mateo 4, 1-11. Y esa es el arma que nosotros debemos empuñar si queremos derrotar a los enemigos del alma.
No nos engañemos, la vida es una guerra constante en la que hay que batallar cada día, pues no sabemos cuándo llegará nuestra hora. Si vencemos, vencemos con Cristo y ganamos la Vida eterna. Si perdemos, morimos eternamente, en otras palabras, nos espera el infierno. Un católico no puede limitarse solamente a defenderse, pues la misión del cristiano es la de evangelizar al mundo, es decir, rescatar al mayor número de almas posibles del error, de la ignorancia o del pasotismo. Y para eso hay que luchar contra Satanás con el arma que Cristo nos da: la espada de su Palabra. Esta Palabra no solamente hay que predicarla, sino, más importante, vivirla.
Está escrito en Apocalipsis 19, 15: “de su boca sale una espada aguda, para que hiera con ella a las naciones” esto es, en la Parusía, Cristo juzgará a las naciones mediante su Palabra, que herirá a aquellos que no la han seguido en su totalidad. No vale coger lo que me gusta y dejar lo que no. Cristo es “Fiel y Veraz” (Apocalipsis 19, 11), así que toda Palabra que sale de su boca es la Verdad. No solamente las naciones, sino cada uno de nosotros será juzgado por medio de la Palabra, en el juicio personal. Jesucristo ha demostrado que su Palabra es la Verdad muriendo y resucitando. Por eso es que no podemos hacernos una religión a la medida, en lo que aquello que me gusta lo cojo y aquello que no me gusta lo dejo.
En Lucas 9, Jesús envía a los discípulos a predicar y les ordena: “no toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas”. Sin embargo, en Lucas 22, Jesús dice: “Cuando Yo os envié sin bolsa, ni alforja, ni calzado, ¿os faltó alguna cosa? […] Pues bien, ahora, el que tiene una bolsa, tómela consigo, e igualmente la alforja; y quien no tenga, venda su manto y compre una espada”.
¿Qué diferencia hay entre Lucas 9 y Lucas 22? En la primera cita, era el tiempo de evangelizar, Jesús está con ellos y les sostiene. Dios Padre, por su Providencia hace que tengan todo lo necesario para su misión. Podemos ver aquí los ejemplos de todas las personas y órdenes religiosas, que viven de la Providencia y, aunque a veces pasan dificultad, el Señor les sostiene. En la segunda cita, el contexto es de persecución. A Cristo lo van a detener y crucificar y los apóstoles huirán como ovejas sin pastor. Por eso, Jesús les dice que compren una espada, aún a costa de su manto. Porque, en la persecución, si no nos afianzamos en la Palabra, huiremos sin remedio, lo que puede significar nuestra condenación eterna. La Palabra de Dios es lo único que no cambia: “el cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías no pasarán ciertamente” (Mateo 24, 35).
Por ello, es importante no dejar la Biblia de lado; hay que leer un poco cada día. No basta con escucharla en la misa, conocer las historias e interpretaciones que la Iglesia hace de ellas. Es necesario profundizar, escuchar al Señor que por medio de ella te habla y te dirige. La Palabra de Dios está viva; cada vez que se lee, el Señor nos trabaja el corazón y nos enseña a vivirla. Y más en estos tiempos de persecución, donde la doctrina verdadera está siendo envenenada por tantos, es necesario conocer a Jesús en profundidad.
Que la Santísima Virgen María, que supo creer en todo momento y hasta el final, sede de la Sabiduría, nos abra el entendimiento, para conocer lo que Jesucristo, su Santísimo Hijo, nos quiere decir mediante su Palabra en cada momento de nuestra vida, y así, mantenernos en la Verdad en cualquier circunstancia. Amén
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