Las 10 vírgenes
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La máquina del tiempo
Bienvenido a la máquina del tiempo, la sección donde leemos los pasajes de la Biblia a la luz del tiempo presente y de los Últimos Tiempos. Este jueves pasado, leyendo el Evangelio de San Mateo, me encontré con la muy conocida parábola de las 10 vírgenes y, leyéndola de nuevo, el Espíritu Santo me iluminó un pequeño detalle que creo que es muy significativo para los Últimos Tiempos. La Palabra de Dios es perfecta, por lo tanto, ninguna palabra está puesta al azar o sin motivo en las Sagradas Escrituras. Por eso pienso que este detalle que voy a comentar a continuación, está intencionadamente puesto ahí por la Sabiduría, para entender un poco mejor estos tiempos en los que vivimos. Sin más dilación, vamos a comentar este gran descubrimiento, al menos para mí.
Imagino que todos hemos oído hablar y conocemos esta parábola, así que voy a limitarme a narrar la parte que nos interesa para este capítulo. La cita es de Mateo 25, 6, y dice así:
“Mas a medianoche se oyó un grito: “¡He aquí al esposo! ¡Salid a su encuentro!”
Esta parábola aparece justo después del discurso escatológico de Jesús en Mateo 24, lo cual ya es un signo importante, de que esta parábola hace referencia claramente a los Últimos Tiempos y la Segunda Venida de Cristo. El detalle que me parece importante en esta cita es el hecho de que es a medianoche cuando llega el esposo. ¿Por qué precisamente a medianoche? ¿No podría haber sido de madrugada? ¿O quizás muy tarde, pero antes de la medianoche? Veamos qué significado puede tener esta palabra.
La luz siempre se ha asociado al bien, a Dios, pues Dios es Luz. Así comienza el Evangelio de San Juan. Y las tinieblas se asocian al mal, a Satanás, por eso la medianoche es la contraposición del mediodía, es decir, el mediodía es el momento del día, cuando el sol está más alto y, por lo tanto alumbra más, y podemos decir que la medianoche es el momento de más oscuridad. La Virgen María es la estrella de la mañana que anuncia el sol, que es Cristo, por lo tanto, el mediodía se refiere al momento en que Cristo reinará sobre todo el mundo, donde no habrá ya tinieblas, sino solamente luz, el mal habrá sido destruido, Satanás encadenado, y el bien brillará por doquier, es decir, los cielos nuevos y tierras nuevas, o los 1000 años de Apocalipsis. Ya lo dijo Nuestra Madre en Fátima: “Al final, mi Inmaculado Corazón Triunfará”. Es la Madre la que nos lleva a Cristo, de la misma forma que la aurora nos lleva al mediodía. El Inmaculado Corazón de María nos llevará al Reino Eucarístico de Nuestro Señor.
Vemos que a medianoche se anuncia la llegada del esposo. Aunque todavía está algo alejado, muy pronto llegará, es la última llamada. Sin embargo, esta llamada viene demasiado tarde para aquellas vírgenes que no tienen aceite de sobra, pues al ir a buscar más, quedan fuera de la celebración ya que el novio no las deja pasar, pues dice que “no las conoce”. Hemos dicho que el mediodía es el reinado de Cristo, por lo tanto, la medianoche sería el reinado de Satanás, cuando la tierra entera haya caído a lo más hondo humana y espiritualmente. Será en ese momento cuando se anuncie la llegada del esposo, la última oportunidad. Esta última oportunidad puede referirse a la iluminación de las conciencias o “Aviso” como se conoce comúnmente, evento que se nombra en algunas profecías y que, si uno se fija bien, encuentra pistas de ello en la Biblia. ¿Tendremos suficiente aceite en ese momento para aceptar prontamente la corrección de Dios?
Ahora bien, ¿cuál será la medianoche de la humanidad? ¿Qué tan bajo puede caer? En mi humilde opinión, pienso que no puede caer mucho más bajo, ya que el crímen del aborto no sólo se trata como derecho, sino que incluso se están empezando a incluir en las constituciones, la inmoralidad sexual en todas sus formas está más desbocada que nunca, y la Iglesia, que debería ser Luz del mundo y sal de la Tierra, apenas emite luz con la bendición del pecado, el rechazo a la Palabra de Dios, la Tradición y la doctrina bimilenaria, los connubios sacrílegos con el mundo, enemigo del alma, la confusión y las enseñanzas heréticas, etc. Viendo todo esto, pienso que no debe quedar mucho para alcanzar esa fatídica hora en la que el demonio estará totalmente desatado en el mundo y en la que, según nuestro Señor, muy pocos serán los que, cual vírgenes sensatas, tengan el aceite de la Fe y la Esperanza en sus corazones.
Ya lo avisa Nuestro Señor en el Apocalipsis: “vengo pronto”. Nos avisa con antelación y muchos podrán pensar que esta antelación es exageración y que todavía queda mucho tiempo hasta que regrese. Sin embargo, los Signos de los Tiempos se van cumpliendo y es de necios, precisamente en estos tiempos, dormirse en los laureles, pensando que cuando se dé el último aviso nos dará tiempo a rellenar las lámparas. “Velad y orad, pues no sabéis ni el día ni la hora” nos dice el Señor y, precisamente porque no sabemos el día ni la hora, cuanto más vemos que oscurece, más preparados tenemos que estar. La noche invita a dormir, pero unámonos a Cristo en el Getsemaní, para tener la fuerza del Espíritu Santo, para acompañar al Señor en la Pasión de su Iglesia y resucitar para la eternidad con Dios. No nos dejemos arrastrar por las prostituciones, es decir, las idolatrías, aunque nos encontremos solos en el mundo. Si hacemos la Voluntad de Dios, nunca estaremos solos, tendremos a todo el Cielo con nosotros.
Otro detalle importante que encontramos en este versículo es la exhortación: “¡Salid a su encuentro!” Ya comentamos la semana pasada como Jesús, en Mateo 5, 48, nos pide ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto, por eso no podemos quedarnos en el lugar donde estamos, creyendo que el Señor vendrá a recogernos y llevarnos al Cielo. Hay que salir a su encuentro, esto es, mejorar cada día más, buscar cada día la perfección, buscarLe a Él. He oído mucho decir que ya el Señor vendrá y renovará todo, ya vendrá y actuará y pondrá todo en orden. Y es verdad. La cuestión es si nosotros saldremos a su encuentro, seremos capaces de dejar todo por hacer Su Voluntad, trabajarnos en la perfección de Su doctrina, huir de los falsos profetas, en especial los que salen de dentro de la Iglesia o, por el contrario, nos quedaremos en nuestra comodidad y costumbres, esperando que la purificación del Señor alcance a todo y a todos, menos a nosotros, porque “ya vamos a Misa” y “rezamos el Rosario”.
Le pedimos a Nuestro Señor Jesucristo y a Nuestra Madre, la Siempre Virgen María, que no nos deje caer en el sueño y en la imprudencia. Que nos dé las Gracias necesarias para aguantar el frío y la oscuridad de la noche con la luz de la Fe, la Esperanza y la Caridad, y que desde ya sepamos correr a su encuentro, para poder participar de las Bodas del Cordero con su Esposa, la Iglesia. Amén
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