Las Bienaventuranzas

La cita bíblica que vamos a comentar hoy la podemos encontrar en el Evangelio de San Mateo, capítulo 5, versículos 9 y 10.
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Bienvenido una semana más a la máquina del tiempo. Hoy te traigo una nueva cita del Nuevo Testamento, más concretamente, del Evangelio de San Mateo, capítulo 5, versículos 9 y 10, que dice así:

“Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque a ellos pertenece el reino de los cielos.”

Se trata del famoso discurso de las Bienaventuranzas, que está integrado en el llamado discurso de la montaña. Jesús nos enseña que los que cultiven las virtudes, recibirán una recompensa muy especial en la vida eterna. Como vamos a ver durante este episodio, Cristo siempre apunta a la eternidad, que es la vida verdadera, mientras que la pobre vida de la tierra es demasiado corta como para preocuparse por los bienes materiales que podamos conseguir que, al final, tendremos que dejar atrás. Ya lo dice el mismo Jesús en Mateo 6, 19-23: “No os amontonéis tesoros en la tierra, donde polilla y herrumbre (los) destruyen, y donde los ladrones horadan los muros y roban. Amontonaos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni herrumbre destruyen, y donde ladrones no horadan ni roban”. Y de eso tratan las bienaventuranzas, de conquistar los bienes celestiales, que son los espirituales. 

Empecemos comentando la primera de las 2 que te traigo hoy. Hoy en día se oye mucho, que todos somos hijos de Dios, porque Él nos creó, lo cual, leyendo esta cita, Jesús desmiente, pues dice que son “los pacificadores” los que serán llamados hijos de Dios. Todos somos criaturas de Dios, pero el rango de hijos solamente lo conseguimos imitando a Jesús, príncipe de la Paz (Isaías 9:6).

En la segunda, Jesús nos dice que aquellos que sean perseguidos por causa de su Nombre y del Evangelio, y que se mantengan firmes en la Verdad, tienen el cielo asegurado. Y es justo, pues como dice Nuestro Señor en Mateo 10, 32: “A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial”. 

El mundo es uno de los 3 enemigos del alma, por consiguiente, va a intentar con todas las maneras posibles desviarnos del camino del Evangelio, para que pensemos que lo importante es la tierra, la felicidad en la tierra, no sufrir, disfrutar mientras se pueda, etc., pero lo que Jesús nos anuncia es todo lo contrario: sufrimiento, persecución, dolor, incomprensión… “No es el siervo más grande que su Señor. Si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros” podemos leer en Juan 15, 20. Y en Mateo 16, 24, el Señor nos dice: “si alguno quiere seguirme, renúnciese a sí mismo, y lleve su cruz y siga tras de Mí”.

Esto ha sido así desde que Cristo vino a la tierra en carne y seguirá así hasta el fin de los tiempos, porque será en ese momento cuando Cristo regrese y derrote al mundo y al demonio, trayéndonos un mundo renovado en el amor. Y, yéndonos a los Últimos Tiempos, que es el tema que nos interesa en este podcast, tenemos que grabarnos a fuego en el corazón estas Bienaventuranzas. En otros capítulos hemos comentado que para superar estos tiempos en especial, es imperativo ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5, 48) y, para ello, es muy importante hacer caso de toda Palabra que salga de la boca de Dios (Mateo 4, 4), pues por ella vive el alma. 

Sabemos que en el final de los Últimos Tiempos, la persecución contra los cristianos será la más brutal de la historia, pero esto solamente será contra los que se obstinen en hacer la Voluntad de Dios a toda costa. El demonio no es tonto, tiene la inteligencia de un ángel y una maldad absoluta y sabe por experiencia, que le es más difícil engañar a las almas atacándolas de frente, que escondiéndose tras intenciones aparentemente buenas, pero que son veneno para el alma. Por eso, el demonio en estos tiempos nos engaña manipulándonos a través de nuestros sentimientos, para que pensemos que aquello que hacemos, decimos o vemos viene de Dios, porque nos da “paz” y nos sentimos mejor.

Hay que diferenciar entre lo externo y lo interno, lo corporal de lo espiritual. Que algo nos dé tranquilidad o alegría no significa que sea bueno para nosotros, porque estos son sentimientos corporales, mientras que la paz y la felicidad son gracias que el alma recibe de Dios. Algo que es contrario al Evangelio no puede dar paz, pues, como hemos dicho al principio, Cristo es el Príncipe de la Paz. Puede, eso sí, crear una falsa sensación de paz, ya que el demonio intenta siempre imitar a Dios.

Dice Cristo en Juan 15,19: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como vosotros no sois del mundo – porque Yo os he entresacado del mundo– el mundo os odia”. Esto debe hacernos pensar que, si en nuestra vida no sentimos el rechazo del mundo, si comulgamos con las nuevas ideologías que van surgiendo, si hacemos nuestras las ideas con las que el mundo nos bombardea, y que son contrarias al Evangelio, es porque nos hemos hecho cómplices del mundo. Y, como dice Jesús, si hacemos eso, no heredaremos el reino de los cielos. ¿De qué sirve al hombre, si gana el mundo entero, mas pierde su alma? (Mateo 16, 26

El peligro más grande para la sociedad de hoy, es que incluso la Iglesia se ha mundanizado y empieza a defender cosas que son contrarias al Evangelio y al magisterio bimilenario de la Iglesia y, desde la propia jerarquía se persigue a los sacerdotes, obispos, cardenales, religiosos y laicos, que quieren defender la doctrina verdadera. Muchos ejemplos tenemos ya de esto, pero como dice San Pedro en los Hechos de los apóstoles 5, 29, y que no me cansaré de repetir: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Tenemos el ejemplo de san Atanasio en la crisis arriana, que fue excomulgado y desterrado varias veces, pero permaneció en la verdadera fe. Nuestra obligación también es la de defender la fe, incluso de la propia jerarquía, si ésta abandona a su Dios y se prostituye con el mundo. La excusa de que “lo dijo la Iglesia” no nos servirá en el día del juicio, porque tenemos el Evangelio, 2000 años de historia de la Iglesia y a numerosos santos, que defendieron a Cristo contra el mundo y, en ocasiones, contra la Iglesia mundanizada.

Que Nuestro Señor, por intercesión de todos los santos y de la siempre Virgen María, nos dé la verdadera paz, para llevarla al mundo y la valentía para defender la Verdad y la justicia contra todos nuestros enemigos, para así ser dignos de la gloria del cielo. Amén