Los falsos cristianos

La cita bíblica que vamos a comentar hoy la podemos encontrar en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios 5, 9-13.
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La máquina del tiempo

Bienvenido a una nueva entrega de La Máquina del Tiempo. En este programa vamos a comentar una cita de San Pablo en I Corintios 5, 9-13, que dice así:

“Os escribí en la carta que no tuvieseis trato con los fornicarios. No digo con los fornicarios de este mundo en general, o con los avaros, ladrones o idólatras, pues entonces tendríais que salir del mundo. Mas lo que ahora os escribo es que no tengáis trato con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón, con ese tal ni siquiera toméis bocado. Pues ¿qué tengo yo que juzgar a los de afuera? ¿No es a los de adentro a quienes habéis de juzgar? A los de afuera los juzgará Dios: “Quitad al malvado de en medio de vosotros””

Estas palabras de San Pablo son muy importantes y tienen mucho jugo para exprimir, sobre todo si las leemos a la luz de estos tiempos. 

Para empezar, vemos que san Pablo distingue entre dos tipos de personas: los que son del mundo y los hermanos, es decir, los católicos. A los que son del mundo, el apóstol los encomienda a Dios, pues no son de su jurisdicción como pastor de la Iglesia. Sin duda, los sucesores de los apóstoles, los obispos, deben “ir y hacer discípulos a todos los pueblos” (Mateo 28, 19), pero solamente son responsables ante Dios de los que forman parte de la Iglesia. Por eso dice san Pablo que a los de afuera los juzgará Dios, pero a los de dentro debemos juzgarlos nosotros. Notemos que no dice que él los juzgará como apóstol, sino que dice: “¿No es a los de adentro a quienes habéis de juzgar?” refiriéndose a aquellos a quienes dirige la carta, es decir, a la Iglesia. 

Por eso, es falso aquello que dicen algunos que no hay que juzgar, basándose en las palabras de Cristo en Mateo 7, 1. Porque estas palabras del Señor tienen un sentido diferente. Mientras Jesús hace alusión al juicio que compete a Dios, es decir, al personal, San Pablo se refiere al juicio que discierne sobre la Iglesia. Mientras que Dios es el que juzga si una persona es apta o no para el Cielo, la Iglesia debe juzgar qué es bueno para ella, acoger aquello que sí lo es y rechazar aquello que puede hacer que se extravíe.

La exhortación de san Pablo es la de “quitar al malvado de en medio de vosotros”, porque si consientes, aunque sea un poco con el pecado, al final todo el organismo se acaba infectando y alejándose de Dios, como ocurrió repetidamente en el pueblo de Israel, como hemos comentado en el programa 9. Y esto mismo es lo que estamos sufriendo en estos tiempos. La iglesia está llena de fornicarios, avaros, idólatras y maldicientes, pero como algunos de ellos están en puestos importantes de la iglesia, nadie les dice nada y, mientras estas personas sigan dentro, toda la iglesia se está infectando, provocando la apostasía que se está dando en nuestros días.

Como vemos, san Pablo dice “quitad al malvado de en medio de vosotros”, pues como dice el Señor en Mateo 5, 30: “Si tu mano derecha te es ocasión de tropiezo, córtala y arrójala lejos de ti; más te vale que se pierda uno de tus miembros y no que sea echado todo el cuerpo en la gehena”. Mientras esto se hacía, la Iglesia prosperaba, pero de un tiempo a esta parte, se ha dejado crecer la mala hierba en la iglesia, de modo que ha llegado hasta tan arriba, que solamente Dios puede purificarla. Por eso, a lo largo de toda la Escritura, Dios nos dice que huyamos de la ciudad corrompida, para no ser cómplices de sus pecados y para no participar de sus castigos, pues “si estas gentes callan, las piedras se pondrán a gritar”. Esto es, si los miembros de la Iglesia callan y no juzgan a los malos hermanos, Dios purificará a su Iglesia de una forma más dura.

Notemos cómo el apóstol dice que no tengamos trato con nadie que se diga católico y que defienda ciertas posturas. Pues bien, hoy vemos a “católicos abortistas”, defensores de la homosexualidad y toda la teoría de género, católicos que mantienen relaciones extramatrimoniales, católicos que no creen en los dogmas… En definitiva, gente que se dice “hermano” sin serlo. ¿Y cuál es la respuesta de la iglesia? Que en ella caben todos, todos, todos, lo cual es falso si nos basamos en la Palabra de Dios. Aquellos que no siguen la Palabra del Señor, no caben en la Iglesia, mientras no se arrepientan.

Nos estamos jugando la vida eterna y, como dijimos en el programa 10, nuestra arma es la Palabra de Dios. 

Que la Virgen María, Reina de los Apóstoles, nos enseñe cómo debemos combatir en estos tiempos de apostasía y a huir de los malvados. Amén