San Maximiliano María Kolbe

“Tenemos que ganar el mundo entero y cada alma, ahora y en el futuro hasta el final de los tiempos, para la Inmaculada y a través de ella, para el Corazón Eucarístico de Jesús”.
Santos de Verdad
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Santos de Verdad

Hoy en día hay una enfermedad espiritual que se ha propagado

Se llama racionalismo, falsa humildad y respetos humanos

Jesús dijo bienaventurados si os insultan por mi causa y sin embargo

Hoy el límite a la valentía es la posibilidad de perder un cargo

 

Hoy desentona el profeta porque turba el embotamiento

de los que ven en la Iglesia primaveras y renacimientos

porque altera la falsa paz y solo habla de desventuras

él, que busca poner la Verdad donde solo perdura el sentimiento

 

Pero nada es en vano para el que trabaja para el Señor

No importa ser humillado si el resultado es agradar a Dios

Así que aunque nos pida besar la tierra o bañarnos siete veces en un río

Confiemos en su Sabiduría, que va más allá de nuestro pobre sentido

 

Pocos pueblos han sufrido tanto como el polaco

Pocos han estado tan a la deriva como un juguete cambiando de manos

Allí era un peligro mostrarse como ferviente cristiano

Cuando Dios suscitó una luz en la persona de San Maximiliano

En 1894 nació Raimundo, nombre de pila de San Maximiliano, y vivió en una casa pobre, pero llena de amor. De niño, tras una travesura su madre le regaña preguntándose: “qué será de ti?”- Esta pregunta cala en el espíritu del niño y desde ese momento no cesa de preguntar eso mismo a la Virgen en oración: que qué sería de él. Entonces Nuestra Madre se le apareció y él lo relataba así:

Se me apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja. Me miró con cariño y me preguntó si quería esas dos coronas. La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería mártir. Contesté que las aceptaba, entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció».

Ese encuentro con Nuestra Madre fue un antes y un después para Maximiliano, que marcó su vida para siempre.

A los 16 años inicia el noviciado en los Franciscanos y por su brillantez completa sus estudios en Roma, donde en 1917 y coincidiendo con las apariciones de Fátima, fue inspirado a fundar «La Milicia de la Inmaculada», una asociación de fieles con el propósito de promover el amor y el servicio a la Inmaculada y la conversión de las almas a Cristo.

Uno de los trabajos principales de la Milicia de la Inmaculada fue la edición de la revista “El Caballero de la Inmaculada”, para llevar a la Inmaculada a las casas, para que las almas, acercándose a María, reciban la gracia de la conversión”, y para divulgar “el advenimiento del reinado de María.

Años más tarde, el Padre Kolbe funda Niepokalanow, la ciudad de la Inmaculada, un convento de sacerdotes y hermanos franciscanos comprometidos a promover la Milicia por todas partes a través del uso de todos los medios de comunicación que estuviesen a su alcance.

Pero Maximiliano no se hace ilusiones ni se deja absorber por los triunfos. Más bien presentía su fin y el acercarse del calvario para sus hijos. Así se expresaba en 1938:

«Hijos míos, sepan que un atroz conflicto se avecina. No sabemos cuáles serán las etapas. Pero, para nosotros en Polonia, hay que esperar lo peor. En los primeros tres siglos de historia, la Iglesia fue perseguida. La sangre de los mártires hacía germinar el cristianismo. Cuando más tarde la persecución terminó, un Padre de la Iglesia comenzó a deplorar la mediocridad de los fieles y no vio con malos ojos la vuelta de las persecuciones. Debemos alegrarnos de lo que va a suceder, porque en las pruebas nuestro celo se hará más ardiente, ¿Y qué? ¿No estamos acaso en las manos de la Virgen?

En septiembre de 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial y Polonia es ocupada y sometida. La Ciudad de la Inmaculada es profanada. Tras idas y venidas, apresamientos y liberaciones, finalmente Maximiliano es capturado y llevado al campo de concentración de Auschwitz.

Un día, un preso de su bloque logró escapar, lo que suponía que 10 compañeros suyos serían condenados a permanecer en aislamiento, sin agua ni comida, hasta la muerte. Cuando los oficiales nazis seleccionaron al décimo, un padre de familia que rogaba compasión, Maximiliano no lo dudó y se ofreció voluntariamente para sufrir el patíbulo en lugar de su compañero.

Desde las celdas donde estaban los infelices, se oían diariamente las oraciones recitadas en voz alta, el rosario y los cantos religiosos, a los que se asociaban los presos de las otras celdas. Las fervorosas oraciones y cantos a la Virgen se difundían por todo el sótano. Comenzaba el P. Maximiliano y todos los otros respondían. Él se comportaba heroicamente. Nada pedía y de nada se quejaba. Daba ánimo a los demás. 

Después de 3 semanas, quedaban vivos solo 4 presos, entre ellos el P. Kolbe, así que los verdugos decidieron acabar con ello, utilizando inyecciones mortales. Maximiliano, con la plegaria en los labios, él mismo ofreció el brazo al verdugo, y el 14 de agosto de 1941, víspera de la Asunción, se entregó a los brazos de la Inmaculada.

Hay una frase que se le atribuye y que resume la misión de todos los cristianos, y es que “Tenemos que ganar el mundo entero y cada alma, ahora y en el futuro hasta el final de los tiempos, para la Inmaculada y a través de ella, para el Corazón Eucarístico de Jesús”.