Santa Inés

Sus últimas palabras en la tierra fueron “Amo a Cristo” y con el porte de una reina levantó la cabeza, pues se acercaba, inminente, su liberación.
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Santos de Verdad

¿Alguna vez te has preguntado para qué estamos aquí en la tierra?

Seguro que todos lo hemos hecho, pero habremos dado diferentes respuestas

Y aunque parezca que puede haber intenciones o motivaciones diversas

La única de las soluciones es amar a Dios con todas nuestras fuerzas

 

Cómo hacer esto parece un misterio pero creo que es bastante claro

Si Dios es Amor, le amaremos si ponemos amor en todos nuestros actos

Y es que el cuerpo y el alma están unidos aunque el mundo intente separarlos

Para convencernos de que Dios no entiende lo que sufrimos aqui abajo

 

Pero Dios se hizo hombre y fue como nosotros, menos en el pecado

Y por eso es el ejemplo supremo, el espejo en el que se miran los Santos

Porque todo es oración para quien sabe permanecer en el Señor

ya que su corazón está cerca de Dios aunque no mueva sus labios

 

Cristo no vino a gozar, vivir largamente y hacerse rico

Sino que vino a ser pobre y morir joven, sufriendo en el más grande suplicio

Por eso si nos quejamos y no ofrecemos lo que sufrimos

Es normal que no veamos en esta vida el sentido

 

Hemos venido a la tierra a sufrir, pero que nadie pierda la calma

Hemos venido a sufrir, porque el sufrimiento es la moneda para salvar almas

Hemos venido a sufrir hasta dar la vida por la Verdad

Hemos venido a sufrir para poder gozar en la eternidad

 

Roma, siglo cuarto, tiempo de persecución para la cristiandad

Una niña surge como gran ejemplo de santidad

Se llamaba Inés y prefirió el martirio antes que la impureza

y su inocencia es flor que adorna el paraíso celestial

 

Inés era una joven hermosa y rica, pretendida en matrimonio por muchos nobles romanos, lo que suponía que podría vivir cómodamente como una rica patricia. Sin embargo, Inés sabía que ese no era su destino y fue rechazando a todos sus pretendientes, afirmando que ella ya tenía un compromiso y un Esposo, y aguardaba las nupcias eternas con Jesús, el Señor.

Los intentos de corromperla fueron numerosos, pero Dios la hacía salir victoriosa. Fue llevada a un prostíbulo, pero fue protegida por los ángeles y se manifestaron señales celestes. Más tarde fue puesta en una hoguera, pero el fuego no le hacía daño.

Consumada la sentencia y la condena, ante la pregunta del prefecto, se declaró cristiana por la gracia de Dios sin vacilar, sabiendo que en aquel tiempo eso significaba la muerte en la tierra. Para ella, significaba la entrada por fin en el cielo.

Y en lugar de sacrificar a los dioses, se sacrificó ella misma al Dios Verdadero, a Él sacrificó su virginidad para las nupcias eternas, como el corderito puro e inocente del que proviene su nombre Agnes.

Por última vez le ofrecieron inútilmente apostatar adorando a los ídolos, pero su mirada se elevaba hacia arriba, donde con lágrimas de alegría seguramente contemplaba a su Esposo celestial. Y antes de que el verdugo atacara el cuello de la niña con la espada, de su pequeña garganta salió un grito emitido por su alma. Sus últimas palabras en la tierra fueron “Amo a Cristo” y con el porte de una reina levantó la cabeza, pues se acercaba, inminente, su liberación.